O Concílio Vaticano II, que neste mês celebrou seu 55º aniversário, teve como um de seus pontos centrais a reflexão sobre a Igreja como Povo de Deus, que se desdobrou em outros conceitos e pensamentos, entre eles o da sinodalidade, que se refere a caminhar juntos, unidos, propondo um novo modo de ser Igreja, baseado na escuta e no discernimento.
Podemos dizer que esta Igreja sinodal foi deixada de lado durante anos, sendo colocados muitos obstáculos no caminho das Igrejas particulares que tentaram assumir esta forma de caminhada eclesial. A maioria das tentativas de concretizar esta Igreja sinodal foi realizada na América Latina, onde pouco a pouco, utilizando diferentes mecanismos, estes desejos de fazer realidade uma Igreja baseada nas propostas do Concílio Vaticano II foram se extinguindo.
Apesar destes esforços, não é por acaso que o ressurgimento desta forma de ser Igreja ganhou um forte impulso com a chegada do primeiro Papa latino-americano. Muitas vezes são exigidas mudanças radicais ao papa Francisco, esquecendo que as coisas na Igreja têm um ritmo lento, que o tempo de Deus é diferente e que as mudanças, se queremos que elas permaneçam, têm que vir de baixo, da base, e não podem ser impostas por aquele que esteja no comando em um dado momento.
A sinodalidade é proposta pelo papa Francisco como o caminho para ser Igreja no século XXI, uma Igreja que se baseia no sacramento do batismo e não no sacramento da ordem. A resistência é forte, especialmente entre aqueles que sofrem de um dos pecados diagnosticados pelo próprio papa, o clericalismo, uma doença que afeta não apenas os ministros ordenados.
Como aconteceu no período pós-conciliar, podemos dizer que, mais uma vez, a sinodalidade foi assumida com maior força na Igreja latino-americana. Tudo o que foi vivido no processo sinodal do Sínodo para a Amazônia está sendo fortalecido, especialmente neste ano que estamos fechando, pelo Conselho Episcopal Latino-americano – CELAM, que, na última assembleia, realizada em maio de 2019, decidiu entrar em um processo de renovação e reestruturação do qual pouco a pouco estamos vendo os frutos.
O CELAM quer ser uma Igreja em saída, missionária e sinodal, elementos nos quais seu presidente, dom Miguel Cabrejos, insiste constantemente. O episcopado latino-americano e caribenho, com seu presidente à frente, está fazendo um grande esforço de reflexão para tentar concretizar na América Latina e no Caribe tudo o que está presente na proposta eclesial do bispo de Roma. 2020, apesar do distanciamento social, foi um ano em que foi realizado um profundo processo de reflexão, com um grande número de reuniões virtuais nas quais foram dados passos significativos que devem ajudar no futuro da Igreja latino-americana e caribenha.
Não podemos esquecer que foi no continente latino-americano que neste 2020, especificamente em 29 de junho, algo que pode marcar o futuro da Igreja sinodal se tornou realidade, o nascimento da Conferência Eclesial da Amazônia – CEAMA. Incluída dentro da estrutura do CELAM, a nova conferência, que pela primeira vez é eclesial e não episcopal, e devemos insistir que esta mudança foi uma sugestão do próprio papa Francisco, é apresentada como uma nova forma de organizar os espaços de reflexão e decisão na Igreja.
Na CEAMA, a presença do Povo de Deus, de sacerdotes, religiosos e religiosas, leigos e leigas, entre os quais devem ser destacados os representantes dos povos originários, é apresentada como uma novidade na história da Igreja. A CEAMA é a concretização no território da sinodalidade, sabendo que este “é um processo contínuo, que não vai parar, é um processo permanente”, como reconheceu o Cardeal Claudio Hummes, presidente da CEAMA, após a celebração de sua primeira Assembleia Plenária, que em 26 e 27 de outubro reuniu por meios virtuais mais de 250 pessoas, o que foi uma novidade na esfera eclesial.
O futuro deve trazer muitas surpresas, algo em que o Cardeal Hummes insiste, que defende a necessidade de uma conversão eclesial, baseada na necessidade de estar no meio do povo, sabendo que há muitas maneiras de realizar esta tarefa. Se queremos fazer realidade uma Igreja sinodal, uma atitude fundamental, na qual o cardeal brasileiro insiste, é que a Igreja, especialmente os ministros ordenados, aprendam a ouvir e não a falar, tentando encontrar respostas junto ao povo, especialmente aqueles que vivem nas periferias geográficas e existenciais.
Em um ano de incertezas, somos chamados a olhar o futuro com esperança, a continuar a tomar medidas que nos levem a tornar realidade aquela Igreja sinodal, em saída, missionária, que escuta, que se empenha em construir novos caminhos, a partir da presença na vida cotidiana do povo.
Sobre o autor:
Luis Miguel Modino – Padre diocesano de Madri, missionário fidei donum na Amazônia, residindo atualmente em Manaus – AM. Faz parte da Equipe de Comunicação da REPAM. Correspondente no Brasil de Religión Digital e colaborador do Observatório da Evangelização e em diferentes sites e revistas.
A seguir, a versão do texto em espanhol:
Sinodalidad, una apuesta cada vez más fuerte en la Iglesia latinoamericana y caribeña
El Concilio Vaticano II, del que este mes se han cumplido 55 años de su clausura, tuvo como uno de sus puntos centrales la reflexión sobre una Iglesia Pueblo de Dios, lo que se fue desdoblando en otros conceptos y pensamientos, entre ellos el de sinodalidad, que hace referencia a caminar juntos, unidos, proponiendo un nuevo modo de ser Iglesia, fundamentada en la escucha y el discernimiento.
Podemos decir que esa Iglesia sinodal fue dejada de lado durante años, inclusive que se pusieron muchas trabas a las Iglesias particulares que pretendieron asumir esa forma de camino eclesial. La mayoría de las tentativas de concretar esa Iglesia sinodal se llevaron a cabo en Latinoamérica, donde poco a poco, usando diferentes mecanismos, se fueron apagando esos deseos de hacer realidad una Iglesia basada en los planteamientos del Vaticano II.
A pesar de esos esfuerzos, no es por acaso que el resurgimiento de esta forma de ser Iglesia ha cobrado un fuerte impulso con la llegada del primer papa latinoamericano. Muchas veces se le exigen cambios radicales al papa Francisco, olvidando que las cosas en la Iglesia tienen un ritmo lento, que el tiempo de Dios es diferente y que los cambios, si queremos que permanezcan, tienen que venir de abajo, de la base, y no querer ser impuestos desde quien manda en un momento determinado.
La sinodalidad es propuesta por el papa Francisco como la forma de ser Iglesia en el siglo XXI, una Iglesia que se fundamenta en el sacramento del bautismo y no en el sacramento del orden. Las resistencias son fuertes, especialmente entre aquellos que sufren de uno de los pecados diagnosticados por el propio papa, el clericalismo, una enfermedad que afecta no solo a los ministros ordenados.
Como sucedió en el postconcilio, podemos decir que, una vez más, la sinodalidad ha sido asumida con mayor fuerza en la Iglesia latinoamericana. Todo lo vivido en el proceso sinodal del Sínodo para la Amazonía, está siendo potenciado, especialmente en este año que estamos encerrando, por el Consejo Episcopal Latinoamericano – CELAM, que, en la última asamblea, celebrada en mayo de 2019, decidió entrar en un proceso de renovación y reestructuración del que poco a poco se van viendo los frutos.
El CELAM quiere ser una Iglesia en salida, misionera y sinodal, elementos en los que insiste constantemente su presidente, Monseñor Miguel Cabrejos. El episcopado latinoamericano y caribeño, con su presidente a la cabeza, está haciendo un gran esfuerzo de reflexión para intentar concretar en la realidad latinoamericana y caribeña todo aquello que está presente en la propuesta eclesial del obispo de Roma. 2020, a pesar del distanciamiento social, ha sido un año en el que se han llevado a cabo un profundo proceso de reflexión, con un gran número de reuniones virtuales en las que se han dado pasos significativos que deben ayudar en el futuro de la Iglesia latinoamericana y caribeña.
No podemos olvidar que ha sido en el continente latinoamericano donde en este 2020, concretamente el 29 de junio, se ha hecho realidad algo que puede marcar el futuro de esa Iglesia sinodal, como fue el nacimiento de la Conferencia Eclesial de la Amazonía – CEAMA. Englobada dentro de la estructura del CELAM, la nueva conferencia, que por primera vez es eclesial y no episcopal, y debemos insistir en que ese cambio fue una sugerencia del propio papa Francisco, se presenta como una nueva forma de organizar los espacios de reflexión y decisión en la Iglesia.
En la CEAMA, la presencia del Pueblo de Dios, de sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos y laicas, entre los que hay que destacar a los representantes de los pueblos originarios, se presenta como una novedad inédita en la historia de la Iglesia. La CEAMA es la concreción en el territorio de la sinodalidad, sabiendo que éste “es un proceso continuo, que no se detendrá, es un proceso permanente”, como reconocía el cardenal Claudio Hummes, presidente de la CEAMA, tras la celebración de su primera Asamblea Plenaria, que los días 26 y 27 de octubre reunió por medios virtuales a más de 250 personas, lo que constituyó una novedad en el ámbito eclesial.
El futuro debe deparar muchas sorpresas, algo en lo que insiste el cardenal Hummes, quien defiende la necesidad de una conversión eclesial, basada en la necesidad de estar en medio de la gente, sabiendo que hay muchas formas de llevar a cabo esta tarea. Si queremos hacer realidad una Iglesia sinodal, una actitud fundamental, en la que insiste el purpurado brasileño, es que la Iglesia, especialmente los ministros ordenados, aprendan a escuchar más que a hablar, tratando de encontrar respuestas junto con la gente, especialmente aquellos que viven en las periferias geográficas y existenciales.
En un año de incertezas, somos llamados a mirar al futuro con esperanza, a seguir dando pasos que nos lleven a hacer realidad esa Iglesia sinodal, en salida, misionera, que escucha, que se empeña en construir nuevos caminos, partiendo de la presencia en la vida cotidiana de la gente.