Ficar do lado dos mais pobres, daqueles com que ninguém quer ficar, é algo que nos santifica, mas que também nos coloca na mira dos donos do sistema que controla uma economia que mata. Ao longo da história foram muitos os homens e mulheres que foram crucificados por ter essa atitude. Podemos dizer que o papa Francisco, desde o início do seu pontificado escolheu o lado dos pobres e daqueles que sempre se posicionaram do lado dos que não contam.
No Discurso à Cúria Romana para as Felicitações de Natal, pronunciado nesta segunda-feira, 21 de dezembro de 2020, que tradicionalmente tem sido uma oportunidade para nos mostrar a dimensão profética de um Papa que não duvida em denunciar os pecados da Igreja, Francisco refletia de novo sobre a importância do pobre na vida daquele que quer caminhar com Deus. Em suas palavras, ele afirmava que “só conhece verdadeiramente a Deus quem acolhe o pobre que vem de baixo com a sua miséria e que, precisamente nestas vestes, é enviado do Alto; não podemos ver o rosto de Deus, mas podemos experimentá-lo ao olhar para nós quando honramos o rosto do próximo, do outro que nos ocupa com as suas necessidades”.
Alguém que se posicionou em favor do cuidado e da defesa dos mais pobres foi Dom Helder Câmara, um dos bispos mais destacados da Igreja do Brasil no século XX. Lembrando que “os pobres são o centro do Evangelho”, o papa Francisco recordava, sem citar o nome, as palavras daquele de quem tem sido iniciado seu processo de canonização, mas que no coração do povo e do Papa, ele é santo: “recordo o que dizia aquele santo bispo brasileiro: ‘Quando me ocupo dos pobres, dizem de mim que sou um santo; mas, quando me pergunto e lhes pergunto: ‘Por quê tanta pobreza?’, chamam-me ‘comunista’”.
Aqueles que chamavam comunista a Dom Helder, ou os filhos deles, são os mesmos que hoje chamam comunista ao papa Francisco. Os dois cometeram o mesmo “pecado”, denunciar um sistema que gera pobreza. O poder político e econômico são frequentemente aliados, fazendo com que o sofrimento se espalhe no meio daqueles que a sociedade coloca do lado de fora. A pandemia tem escancarado mais uma vez essa realidade, como dizia o papa Francisco à Cúria, lembrando suas palavras pronunciadas no dia 27 de março: “A tempestade desmascara a nossa vulnerabilidade e deixa a descoberto as falsas e supérfluas seguranças com que construímos os nossos programas, os nossos projetos, os nossos hábitos e prioridades”.
(Registros de Dom Helder Câmara com dom Luciano Mendes, Madre Tereza de Calcutá e dom Paulo Evaristo Arns.)
Em suas palavras, seguindo o escrito em Fratelli tutti, o papa Francisco, lembrava “como é importante sonhar juntos! (…) Sozinho, corres o risco de ter miragens, vendo aquilo que não existe; é juntos que se constroem os sonhos”. Suas palavras nos lembram uma frase de Dom Helder, escrita numa carta endereçada a Jerônimo Podestá, no início dos anos 80: “Quando se sonha sozinho é apenas sonho. Quando sonhamos juntos é apenas o começo da realidade”. Podemos dizer que Dom Helder foi alguém que teve a capacidade de construir caminhos comuns, a partir dos pequenos, dos que não contam, mostrando que a soma dos pequenos constrói coisas grandes, igual Jesus nos mostra no Evangelho.
Dom Helder, exemplo de uma Igreja presente nas periferias geográficas e existenciais, que vivia de maneira simples na Igreja das Fronteiras, nunca se afastou dos pobres, mesmo sendo perseguido abertamente pela Ditadura Militar, que foi instaurada no Brasil, pouco tempo depois dele ser nomeado arcebispo de Olinda e Recife. Vigiado dia e noite, com proibição expressa de citar seu nome na imprensa, ele nunca deixou de denunciar no exterior o que estava acontecendo no Brasil, se tornando uma pedra no sapato de um sistema que ao longo de 20 anos, provocou censura rigorosa, perseguições políticas, prisões arbitrárias, torturas e mortes nos cárceres. Mesmo assim, mesmo diante de tantas crises vividas, ele sempre ficou firme e do lado dos pobres, no caminho da santidade.
(Os grifos são nossos)
Sobre o autor:
Luis Miguel Modino – Padre diocesano de Madri, missionário fidei donum na Amazônia, residindo atualmente em Manaus – AM. Faz parte da Equipe de Comunicação da REPAM. Correspondente no Brasil de Religión Digital e colaborador do Observatório da Evangelização e em diferentes sites e revistas.
A seguir, a versão do texto em espanhol:
El Papa Francisco “santifica” a Helder Cámara, el obispo a quien llamaban “comunista”
Ponerse del lado de los más pobres, de aquellos con los que nadie quiere estar, es algo que nos santifica, pero también nos pone en la mira de los dueños del sistema que controla una economía que mata. A lo largo de la historia muchos hombres y mujeres han sido crucificados por tener esta actitud. Podemos decir que el Papa Francisco, desde el principio de su pontificado, eligió el lado de los pobres y de los que siempre se han puesto del lado de los que no cuentan.
En su discurso a la Curia Romana con motivo de las Felicitaciones Navideñas de este lunes 21 de diciembre de 2020, que tradicionalmente ha sido una oportunidad para mostrarnos la dimensión profética de un Papa que no duda en denunciar los pecados de la Iglesia, Francisco reflexionó de nuevo sobre la importancia de los pobres en la vida de aquellos que quieren caminar con Dios. En sus palabras afirmó que “conoce verdaderamente a Dios quien solamente acoge al pobre que viene de abajo con su miseria, y que en esta misma capacidad es enviado desde arriba; no podemos ver el rostro de Dios, pero podemos experimentarlo en su vuelta hacia nosotros cuando honramos el rostro de nuestro prójimo, del otro que nos compromete con sus necesidades”.
Alguien que tomó una posición en favor del cuidado y la defensa de los más pobres fue Don Helder Cámara, uno de los obispos más destacados de la Iglesia brasileña en el siglo XX. Tras afirmar que “los pobres están en el centro del Evangelio”, el Papa Francisco recordó, sin mencionar su nombre, las palabras de aquel de quien ha comenzado su proceso de canonización, pero que en el corazón de la gente y del Papa es un santo: “Me viene a la mente lo que decía aquel santo obispo brasileño: “Cuando me ocupo de los pobres, dicen de mí que soy un santo; pero cuando me cuestiono y pregunto: ‘¿Por qué hay tanta pobreza?’, me dicen ‘comunista’”.
Los que llamaron comunista a Don Helder, o sus hijos, son los mismos que hoy llaman comunista al Papa Francisco. Ambos cometieron el mismo “pecado”, denunciar un sistema que genera pobreza. El poder político y económico son a menudo aliados, lo que hace que el sufrimiento se extienda en medio de aquellos a quienes la sociedad pone al margen. La pandemia ha abierto una vez más esta realidad, como dijo el Papa Francisco a la Curia, recordando sus palabras pronunciadas el 27 de marzo: “La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades”.
En sus palabras, siguiendo lo escrito en Fratelli tutti, el Papa Francisco recordó “¡Qué importante es soñar juntos! […] Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos”. Sus palabras nos recordaron una frase de Don Helder, escrita en una carta dirigida a Jerónimo Podestá, a principios de los 80: “Cuando sueñas solo es sólo un sueño. Cuando soñamos juntos es sólo el comienzo de la realidad”. Podemos decir que Don Helder era alguien que tenía la capacidad de construir caminos comunes, a partir de los pequeños, de los que no cuentan, mostrando que la suma de los pequeños construye grandes cosas, tal como Jesús nos muestra en el Evangelio.
Don Helder, ejemplo de una Iglesia presente en las periferias geográficas y existenciales, que vivía de forma simple en la Iglesia de las Fronteras, nunca se distanció de los pobres, a pesar de que fue abiertamente perseguido por la Dictadura Militar, que se estableció en Brasil, poco después de ser nombrado Arzobispo de Olinda y Recife. Vigilado día y noche, con la prohibición expresa de citar su nombre en la prensa, nunca dejó de denunciar en el extranjero lo que estaba sucediendo en Brasil, convirtiéndose en una piedra en el zapato de un sistema que durante 20 años provocó una rigurosa censura, persecución política, detenciones arbitrarias, torturas y muertes en las cárceles. Aun así, incluso ante tantas crisis vividas, siempre se mantuvo firme y del lado de los pobres, en el camino de la santidad.